DANILO
Danil o Danilo nació de la pluma de Pavel Petrovich Bazhov (1879-1950) El escritor ruso publicaba en 1939 una selección de cuentos llamada “El ataúd de malaquita: cuentos de los Urales” de donde saldría “La flor de piedra” que dió origen a una película de igual nombre (1946) y a un ballet musicalizado por Alexander Prokofiev y estrenado en 1954.
Dotado de una fuerte carga emotiva en lo visual así como una banda sonora cargada de sensibilidad eslava, nos llegó el animado El maestro de la Malaquita (1978). En él se conjugan una vez más la triada rusa: una ideal búsqueda de la belleza oculta de las cosas, la lealtad a la tierra rusa y el amor más espiritual.
Su directora, Inessa Kovalevskaya (Los Músicos de Bremen, ya reseñado en este blog) logró combinar el mensaje esencialmente costumbrista y ético de la obra original con las necesidades ideológicas del SOYUZMULTFILM de la era de Brezhnev en una excelente pieza de 17 minutos que dan comienzo con la cruda realidad de la vida de los siervosde una gleba. Danil es apaleado brutalmente por el señor feudal al romper una obra en malaquita que cautivó su infantil fantasía.
Bazhov creció en una zona de Ekaterinburg donde la artesanía sobre el mineral de la malaquita dió origen a una larga tradición de artistas; conocidos en toda Rusia. En el Hermitage aún se expone la pieza de un artesano de apellido Prokopiev que da inspiración al autor; siendo mencionado a modo de homenaje en el animado como El Maestro Prokopiev, quien enseña a Danil el arte de la talla. La pieza, llamada “La Flor de la Cuprosa”, hace alusión a la deidad o espíritu del Monte Narodnaya. Prokopiev había dedicado su vida a lograr una obra digna de ella con el deseo de que esta le visitará; pero es Danil con su dedicación quien logra atraer hacia si esta especie de musa de verdes joyas.
La Cuprosa accede a mostrarle la belleza oculta en su reino de minerales y soledad a cambio de una total consagración. Danil acepta la propuesta y se marcha con ella dejando atrás a una hija de mujiks: Katia o Katiuska.
Katiuska intenta reconstruir en la metáfora de un jarrón abandonado los truncados impulsos que Danil le inspira pero que no logran materializarse dada la dedicación de éste a su obra. Finalmente el jarrón se rompe y el rostro de Katiuska queda cubierto por la sombra.
En el momento del clímax dramático, Katiuska escucha la llamada nostálgica y anhelante de Danil; saliendo desesperada a llamarle. Los Urales le responden al llamado de donde estas Danil con un “No, no, no; No esta!” (Niet Niet Niet) que cómo muchos otros animados logró dejar profundas marcas en nuestra memoria colectiva.
Al final, el orgullo de
El artista finalmente da paso al hombre, cediendo al llamado de Katiuska ante la cara ahora ensombrecida de la Cuprosa.
Cierta o no la existencia de Prokopiev, en el Hermitage tiene aun hoy día su sitial de honor La Flor de la Cuprosa.